Abrazando la Integridad: Un Viaje de Amor y Comprensión Desde la Deshonestidad Hacia una Vida Auténtica.
En el año 2009, comencé un camino en el que dejé de buscar respuestas en libros, talleres de crecimiento personal, gurús y chamanes. En su lugar, decidí buscar dentro de mí misma con la intención de ser una mejor versión humana. Ese año, descubrí un proceso llamado PSYCH-K®. A pesar del escepticismo que conlleva probar algo nuevo y poco conocido, me atreví a salir de mi zona de confort e integrarlo en mi vida. PSYCH-K® me enseñó que es posible elegir cambiar la programación limitante y auto-derrotista que recibimos de la cultura y la familia desde la infancia. De esta manera, podemos dejar de vivir la vida “normal”, predeterminada y condicionada por las creencias colectivas para diseñar una vida a nuestra medida, libre, plena y llena de satisfacción.
Este camino se construye con base en las respuestas que surgen de hacerme preguntas que me invitan a reflexionar sobre el efecto que tienen los programas limitantes aprendidos para luego poder elegir cómo si quiero vivir y darle nueva información a mi mente subconsciente que está a cargo del 95% de lo que hago a diario.
En esta serie de artículos, quiero compartir contigo preguntas que han sido mi compañía en un viaje retador, conmovedor y transformador. Desde mi experiencia personal, he aprendido que al abordar estas preguntas con amor y honestidad, las respuestas llegan acompañadas de un toque de incomodidad que despierta. En este momento, te invito a elegir si deseas adentrarte conscientemente en el territorio de la introspección humana, un camino que nutre el alma y lleva consigo la posibilidad de evolución. Si te sientes listo para un cambio significativo y tomar en serio este juego de la vida, te invito a seguir explorando conmigo. Si no es el momento adecuado para ti, está bien dejar de leer y continuar tu camino tal como lo conoces.”
Entonces, la pregunta de hoy es: ¿Soy una persona que vive con INTEGRIDAD?
Si consideramos el significado etimológico, INTEGRIDAD connota la pureza original, lo que está intacto o que no ha sido tocado por un mal. Y…desde el punto de vista de lo que se consideran los valores humanos, es la práctica de ser una persona honesta, respetuosa, que toma decisiones coherentes de manera consistente, incluso cuando nadie esté mirando. Mientras la honestidad se enfoca en la veracidad, la integridad va más allá: implica la acción en congruencia con nuestros principios y valores fundamentales.
Entonces, la pregunta de hoy es:
¿Soy una persona que vive con INTEGRIDAD?
Si consideramos el significado etimológico, INTEGRIDAD connota la pureza original, lo que está intacto o que no ha sido tocado por un mal. Y…desde el punto de vista de lo que se consideran los valores humanos, es la práctica de ser una persona honesta, respetuosa, que toma decisiones coherentes de manera consistente, incluso cuando nadie esté mirando. Mientras la honestidad se enfoca en la veracidad, la integridad va más allá: implica la acción en congruencia con nuestros principios y valores fundamentales.
Me pregunto entonces, ¿soy una persona que vive con INTEGRIDAD?
La reflexión me lleva primero a lo aprendido con base en los mandamientos cristianos que recibí de la cultura en la que nací, como por ejemplo, no robarás o no matarás. Seguir estos mandamientos evita que sea enviada al infierno, por un Dios castigador que sentado en su nube en el cielo revisa si 8 billones de seres humanos se están comportando correctamente y enviando castigos a quienes no. Si me porto bien, me va bien en la vida y si sigo sus mandamientos me aseguro de que en la otra vida viviré en el paraíso y así puedo mantener el amor condicionado de ese Dios.
El buen comportamiento también está delimitado por evitar incumplir con las leyes humanas, lo que me mantiene dentro de la norma social; así evito ser castigada con una multa por pasarme un semáforo en rojo o por no pagar los impuestos o evito ser privada de mi libertad por tomar lo que no me pertenece o por quitarle la vida a otro ser humano.
Y, desde un lugar más “espiritual” descubro el miedo al mal llamado “karma” que es ese castigo ineludible que se origina en la ley de “Causa y Efecto”: un comportamiento inadecuado (“la causa”) conlleva el pago que se presentará como algún tipo de castigo (“el efecto”), por lo cual cuido mi comportamiento para evitar el posible karma.
En cualquiera de estos casos, el tema es que debo evitar portarme mal para evitar el castigo. ¡Qué fuerte!
Al hacer una revisión de los eventos de mi vida, me encuentro con una interminable lista de momentos en los que dije mentiras para evitar un conflicto, oculté la realidad de mis acciones para quedar bien, recurrí a las “mentiras blancas” para proteger a otros por su bien, manipulé la verdad para no ser juzgada o rechazada, modifiqué mi comportamiento para que una persona se fuera de mi vida y evitar tener que ser yo quien tomara esa decisión incómoda, acusé a otra persona para evitar que se dieran cuenta que la culpable era yo, justifiqué mis acciones porque “no encontré otra opción” o me excusé ante la ignorancia de las reglas, etc. Todo muy humano ¿no? Al mismo tiempo muy debatible y cuestionable, porque reconozco el peso de mi propio juicio hacia aquellos que han adoptado comportamientos similares. Me descubro en la arrogancia de sentirme superior a ellos, sin ver que he transitado una vida marcada por la deshonestidad, principalmente conmigo misma. Consecuentemente puedo hacer consciencia de la cantidad de energía que he malgastado en sostener la deshonestidad y comprendo porqué he vivido cansada, enferma e irritable. Esa misma energía se torna creativa y expansiva con el super poder que se origina en la verdad y la vulnerabilidad.
Entonces me pregunto: ¿cómo aprendí a ser deshonesta? ¿Por qué necesito decir mentiras? Y la respuesta es escalofriantemente simple: todos esos comportamientos se han originado en el miedo al castigo, que se disfraza de pánico al rechazo, del terror que tenemos a la confrontación, del temor asfixiante frente al juicio (léase miedo al infierno, cárcel, multas, karma, etc). Es claro que desde muy pequeñita aprendí a tenerle miedo a la verdad, porque ser auténtica y decir la verdad implicaba ser castigada, rechazada, confrontada, enjuiciada. ¿Te suena familiar?
Fascinante como aprendimos a evitar el malestar con la mentira en lugar de promover el amor con la verdad.
Surge entonces la pregunta que lleva a la transformación, a la nueva manera de ser: ¿Cómo puedo moverme de esta adicción a la mentira y a la deshonestidad, para vivir cada día con la intención consistente, coherente y congruente de actuar de forma íntegra?
Y llega la respuesta: No se resuelve con la culpa sobre como he actuado en el pasado; se logra aceptando e integrando amorosamente la perfección de las lecciones vividas para ejercer cada día el gran super poder humano: elegir como SI quiero vivir. Quiero vivir con amorosa reverencia por la autenticidad, la vulnerabilidad y la verdad. Así es como he iniciado mi camino hacia la INTEGRIDAD.
Con PSYCH-K® el camino es más fácil, porque en lugar de hablar sobre la intención de cambiar, tengo una herramienta de espiritualidad práctica con la que hacer cambios reales y sostenibles a nivel subconsciente de manera que mis acciones diarias sean cada vez más consistentes, congruentes y coherentes.
Si ya eres Facilitador de PSYCH-K®, espero que esta reflexión te inspire a hacer una revisión sobre la INTEGRIDAD en tu vida y a hacer los Balances según lo que descubras para continuar profundizando en tú camino de auto-realización.
Y si aún no conoces PSYCH-K®, te invito a dejar de buscar afuera y empezar a encontrar cómo ser una mejor versión de ti al reprogramar tu mente subconsciente. Puedes vivir más PlenaMente agendando aquí una sesión personalizada con un Facilitador o aprendiendo como usar PSYCH-K® en un próximo taller en persona o en línea.
6 respuestas
Es una reflexión siempre y profunda. la integridad para mí se sitúa en el plano de la congruencia: pensar, sentir y actuar en la misma línea. Y en realidad es todo un reto, pues como bien expones, se trata de cortar con aprendizajes fuertemente arraigados en nosotros y que nos han permitido llegar hasta aquí, aunque con tropezones, y con certeza por un camino que nos aleja de nosotros mismos.